En la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi y la Italia fascista eran aliadas. El 8 de septiembre de 1943, Italia se retiró de la alianza. La Wehrmacht hizo entonces prisioneros a los soldados y oficiales italianos. Unos 650.000 fueron deportados al Reich alemán y a los territorios ocupados.

El régimen nazi quería explotar la mano de obra de los italianos. Como en la Italia ocupada seguía existiendo un Estado fascista títere dependiente de Alemania, los prisioneros de guerra fueron declarados internos militares. Así, aunque fueran personal militar de un Estado amigo, podían ser utilizados al mismo tiempo como trabajadores forzados en la industria armamentística sin tener en cuenta el derecho internacional. El hambre, las enfermedades y la violencia caracterizaban la vida cotidiana de los presos. Para aumentar el rendimiento de la mano de obra, finalmente fueron declarados "trabajadores civiles" en el verano de 1944. Sin embargo, sus condiciones de vida mejoraron sólo por un corto tiempo. Unos 50.000 murieron durante los dos años de cautiverio.

En Italia y Alemania, el reconocimiento del destino de los militares internados llegó tarde. Del lado alemán, no hubo compensación para la mayoría de los militares internados.

La exposición es el resultado de la recomendación de la Comisión Histórica Germano-Italiana y fue financiada por el Ministerio Federal de Asuntos Exteriores.